...paz...

El azote del intenso viento sobre las copas de los juncos representaba la tranquilidad extrema de quien se siente seguro junto a sus raíces, aunque haya, como en todas las casas, mala hierba. La tarde amarilla se mece al compás de las bojalagas habitantes enraizadas en los montes cobrizos, verdosos los días posteriores a la lluvia, miméticos con su entorno en los días tranquilos, tan allí arraigados... y tan desapercibidos al observador inquieto. Los acantilados protegen, con la rectura propia de un padre militar, las joyas que se ocultan en la arena de las casi inllamables bahías que pueblan éstas costas sureñas. Sobre el horizonte, planeaban en las escalonadas ráfagas de viento, decenas de gaviotas sempiternas en la historia de aquellas costas, poniendo el sonido al descompás de las olas que rompían sobre la caliza de aquellos montes... cobrizos. Suave era la llegada de las olas a la orilla de la playa. Entraban en ella temerosas de dañar la lisa arena del límite, rozándolas con dulzura, como se roza el clítoris de una amada. Lucía el arenal sol sobre la playa, apacible, cálido, amarillo... cobrizo. Y todo se confundía en una sola estampa uniforme, tan homogénea como agua sobre agua. Cristales sobre el agua, tan a veces corrompida por los infieles a su causa, reflejaban los rostros de cuantos la habían soñado mirándola perplejos durante horas, de aquellos que habían dado su vida entera, y al final... su vida, luchándola, peleándola, descubriéndola... amándola; de los que la habían cruzado a tierras lejanas en busca de su propia vida, de su propia aventura. Y siempre es la misma colina la que, en silencio, me guarda a escondidas escondiendo mis más profundos sueños y aires libertarios. La misma cuesta que sirve de apoyo a mi cuerpo, en la que agarro mis rodillas y me creo más sólo que nunca, ¡y qué bien me viene esa soledad! No hay preocupaciones, no existe la presion, las presiones, las odiadas previsiones. No hay dolor, ni alegría. El tormento es solo agua de borraja. Y el frío no es más, ni menos, que el calor. El equilibrio visual es perfecto, el vacío emocional tan intenso, tanto... que abre la mente a la perspectiva que nunca cuadra a nadie, salvo a mi. Se llega tan a nada... que lo que... simplemente existe allí... a esos ojos... es lo único existente y lo único importante, lo único perfecto... en ese concreto segundo, en ese tiempo que se vive tan sólo, tan perdido, tan encontrado en uno mismo, tan salvado de todo. Y por eso sujeto mis rodillas, porque es un abrazo de madre el que me arropa, extasiado de tanta paz. No hay rebotes, malas caras, falsas caras. No hay amigos, ni familia, ni amores o desamores. No hay judas, no hay ladrones, no hay castigadores del alma, carroña ni buitres, ni hurracas cotorras y malvadas. Sólo hay un tiempo y un segundo, ya pasado, unido a otro segundo, ya pasado... 

El mar, las montañas, la playa, la brisa, las gaviotas, las olas... en esas palabras encuentro mi paz solitaria.

...restos...

Pegado aún a la huella de mis días pasados, a los llantos sin consuelo ni explicación, a las peleas estúpidas e inútiles con las que planteábamos la batalla sobre un tablero que nunca era la cama, pegado aún a un día sin sonrisas y sin caricias espontáneas, sin besos esparcidos en la semana, sin tocarnos con oportunidad... o sin ella. Aún ando pegado a la huella de mis días pasados, pero no más que pegado, todo tiene su "por qué" cuando no su aquél, y mi "por qué" pasa por evitar el hecho de que mi frágil memoria se olvide de los días pasados para que los tenga siempre presentes y no errar en un futuro. Ando pegado a la huella de mis zapatos. Creo que marcaré sobre la hebilla de mi cinturón todo el rojo sangre, y cambiaré de zapatos.

PD. ¿Dije "cambiaré"?... mil perdones... padezco de un extraño daltonismo literario por el cual, en ocasiones, confundo el tiempo pasado de un verbo con su tiempo futuro.

... no vale nada, pero no doy más... hoy

Un tren descarriado, sobre las vías de acero. 
Las traviesas sueltas volaron lejos cansadas de tanto esperar un billete de asiento libre en cualquier vagón, turista o preferente, polizón entre maletas, un lugar para descarriar lejos de allí. Semáforos bicolor de advertencia y paso libre para desfogarnos en la noche del accidente. Lejos de cualquier alegoría a la divina comedia... no sufrimos los círculos de Dante y huímos en busca del atajo de las traviesas voladoras. Los esponjosos labios marcarán el camino hacia ningún lugar vacío, hacia ningún lugar sin ti. Riesgos entrevías, despedidas, salidas y alegrías, penas tramos locos y otros roto, perros viejos callejeros, avispas sin consuelo de veneno autoinmutado, no es escritura legible o comprensible, más bien alzada del suelo y elevada sin altar. 

...del vuelo y sus derivados...


¿Vuelas?

...hola mundo...